Seleccionar página

En 1999 asistí a la conferencia dictada por un reconocido escritor Colombiano. Estábamos sentados a la espera, cuando entró el conferencista guiado por su acompañante que lo sujetaba del brazo y lo ubicaba frente al podio. Era evidente que el conferencista había perdido la vista; un hombre mayor que irradiaba ese semblante tranquilo y apacible que se logra a veces con la edad. Comenzó a hablar de manera pausada pero convincente y dijo:

«…Hace unos años perdí la visión. Parecía algo terrible, sin embargo ahora lo agradezco, porque entonces aprendí a ver lo que no se puede ver con los ojos. Aunque no puedo verlos a ustedes ahí al frente sentados escuchando mis palabras, puedo ver sus corazones y los veo sonrientes y amables…»

Estas palabras de Germán Arciniegas fueron reveladoras. Cuando solo vemos con los ojos dejamos de ver lo que se puede ver con el alma. A veces tenemos que sufrir una calamidad para darnos cuenta que hay algo más que el mundo físico, el mundo de las formas, los sentidos, las emociones y el pensamiento.

En cierta ocasión conocí a una mujer que se dedicó a la vida religiosa después de haber sobrevivido a un accidente en el que murió su madre. La experiencia de haber perdido a un ser querido en el mismo momento en el que ella sobrevivía, le permitió tener la sensación de una segunda oportunidad, de percibir que la vida es efímera y que la muerte acecha a la vuelta de la esquina. En su vida de entrega y devoción ha alcanzado a percibir algo más allá del mundo material, ha logrado vislumbrar una consciencia diferente que le ayuda a dar conferencias por el mundo y a armonizar la pérdida trágica de la madre.

Por lo general vivimos inmersos en nuestros conflictos cotidianos, en el afán del trabajo y la consecución de cosas materiales, sin darnos cuenta que hay algo más, algo que produce más satisfacción que los placeres de los sentidos, que a veces se puede percibir por un pequeño instante, cuando se pierde algo material, o cuando se experimenta una situación que impacta mas allá de la emoción. Como por ejemplo un bello atardecer donde los rayos del sol crean un cuadro de colores majestuosos mientras el astro rey se fusiona en un beso con el horizonte; con el hermoso poema capaz de expresar en pocos versos toda una historia de amor; en la acción bondadosa que refleja esa capacidad humana de dar compasivamente sin esperar; o cuando leemos mensajes de sabiduría ancestral que nos inspiran porque sentimos que transmiten una verdad que conocemos muy en el fondo. Todo esto puede generar, en un ser humano previamente sensibilizado, que se manifieste por unos escasos segundos lo que se conoce como metanoia y que corresponde a una experiencia instantánea de un nivel de consciencia superior.